"Si hay orientación lacaniana, es porque no hay ningún dogma lacaniano, tampoco "el inconciente estructurado como un lenguaje", ninguna tésis ne varietus que daría lugar a abecedario, brevario, compendium, dogmático. Hay solamente una conversación continuada con los textos fundadores del acontecimiento Freud, un Midraj perpetuo que confronta incesantemente la experiencia con la trama significante que la estructura". J.A.Miller

domingo, 21 de abril de 2019

"El partenaire-síntoma": Capítulo IV "Síntoma y pulsion"


SÍNTOMA Y PULSIÓN
RESUMEN CAPITULO IV del curso de Miller EL PARTENAIRE-SÍNTOMA
SURCO 17 abril de 2019.

Empieza el capitulo IV recogiendo la antinomia entre palabra y pulsión, antinomia crucial que ya planteba en el capítulo anterior, la elaboración de Lacan se puede entender como el intento de articular estos opuestos, en esta elaboración el lugar del síntoma y su recorrido conceptual distribuye bien los diferentes pasos en su enseñanza. 
El intento de “instalar un sentido en lo real” como finalidad de la cura resulta un problema en la orientación actual del psicoanálisis, una orientación que pone el acento en lo ficticio, en el semblante, hace entender la experiencia analítica como una narración, la construcción de una ficción que tiene efectos de verdad. Habría también la orientación por lo real, fuera del sentido. El texto freudiano de “Inhibición, síntoma y angustia” marca una inflexión, orienta hacia el fuera de sentido del síntoma e introduce lo real.

El sentido del síntoma.
Sin embargo la respuesta lacaniana a qué es un síntoma (antes de iniciar su última enseñanza) es: Una formación del inconsciente, es decir –dice miller- estamos formados para ubicar el síntoma en el mismo registro que el sueño, el lapsus, el acto fallido y el chiste. Y es precisamente esto lo que cuestiona la referencia a “Inhibición, síntoma y angustia”, referencia que Lacan retomará en su última enseñanza.
Miller dice: siento la necesidad de recordar aquello sobre lo que se levanta esta perspectiva, se refiere al síntoma del lado del sentido, y presenta –brevemente- las bases sólidas que lo conforman. El Informe de Roma, toma el psiconálisis por su práctica, es decir a partir de la relación analista-analizante, toma la intersubjetividad en un esquema de comunicación donde el inconsciente es el discurso del Otro. El síntoma –desde este punto de partida- es lenguaje y palabra, es una formación del inconsciente y esto lo dice en nombre de un primer retorno a Freud (al grupo de los tres primeros textos referenciales: Interpretación de los sueños, psicopatología de la vida cotidiana, el chiste). El síntoma se descifra, y una vez se sabe lo que el síntoma quiere decir se desvanece sin pérdida grave. “El síntoma es el significante de un significado reprimido de la conciencia del sujeto”.

S = ∑
                             s

En este momento la lectura que Lacan hace de “Inhibición, síntoma y angustia” está tomada bajo la forma de este matema, el síntoma se hace equivalente al significante cuyo significado está reprimido.
El automatismo de repetición que Freud sitúa al final del texto para dar cuenta de la persistencia del síntoma (no dialéctizable), Lacan lo integra al imperialismo de lo simbólico, lo define como: temporalidad historizante de la experiencia de la transferencia
Cuando Lacan hace un texto sobre la dirección de la práctica analítica, esta la ordena no sobre el síntoma sino sobre el sueño (página 79). Lo sorprendente –indica Miller en este escrito de Lacan donde aborda al final la formación  de los síntomas- es la indicación de sobredeterminación , del doble sentido, de la especial naturaleza semántica del síntoma. Esto está en conformidad con lo que ya dijo en Informe de Roma: función y campo del lenguaje y la palabra.
Da cuenta de la sobredeterminación por la interferencia del fantasma, la implicación del fantasma en el significado del Otro daría cuenta de la formación del síntoma. Esto ya marca una diferencia respecto del sueño, actos fallidos, etc., con ello se explica que a diferencia de otras formaciones del inconsciente el síntoma dura, permanece. Implica la “inercia imaginaria” que está cercana a la pulsión, pero hay una tensión en Lacan respecto a cómo formular el fantasma, dado que también señala que es fundamentalmente un elemento de la interrogación simbólica.
En cambio en “Inhibición,…” Freud no da ninguna participación al fantasma en la formación de los síntomas….
Dice Miller: podríamos seguir otras escansiones en esta línea (poner de manifiesto puntos de divergencia con el giro que hará en la ultima enseñanza), pero prefiero dar un salto a fin de marcar un contraste frontal.

Un avatar de la pulsión.    
A partir de “Inhibición, síntoma y angustia” es imposible responder que el síntoma se descifra, que quiere decir algo, asistimos a una confrontación directa entre la pulsión y el síntoma. Diría –Miller- que el síntoma está presentado de entrada como un avatar de la pulsión. Freud se pregunta ¿por qué la pulsión se convierte en síntoma?
La pulsión, en este texto aparece como una unidad de movimiento, un vector, que tiene asignado un fin único: busca la satisfacción (no busca la expresión), sobre esta base Freud sitúa el síntoma.
El curso normal de la pulsión es la satisfacción a través de su objeto propio que implica ir a buscarlo en la realidad exterior, y también Freud sitúa un curso sintomático que hace surgir un elemento sustitutivo: esto es el síntoma. La pregunta es ¿qué satisface?
La Pulsión, no tanto una demanda puesto que no va claramente dirigida al Otro, más bien como una exigencia (demanda pura) de satisfacción, es el axioma del que parte Freud, el síntoma surge como ofreciendo –en cortocircuito- otra satisfacción, pero es una satisfacción anómala porque se presenta como displacer. Es una paradoja (Lacan de ahí formulará el término de goce).
El síntoma como desviación, degradación
   
                                                                          
                                                      ∑     
El síntoma como sustitución
                                ∑      
                О    

Desde este punto de partida debemos comprender un doble aspecto de la represión: uno es que lo reprimido es el significante (Lacan), representante de la pulsión (Freud) (página 84). El otro, se trata de que junto al representante de la pulsión llevado al inconsciente está el destino del elemento dinámico de la pulsión, lo que es su búsqueda de la satisfacción, es decir que hay también represión de la pulsión. El alcance de la represión es doble, del representante y también de la moción pulsional, dice Miller: nos damos cuenta aquí del punto exacto donde se plantea la cuestión lacaniana de la unión, de la correlación, la deducción, la articulación del significante y del goce. Existe la represión del goce, cuyo efecto –se podría decir- es que transforma la satisfacción en displacer. ¿Cómo una satisfacción pulsional puede engendrar el displacer? ¿cómo la satisfacción pulsional puede engendrar el síntoma?
La oposición de estas dos represiones conducirá a Freud a volver al término de defensa. La defensa será la protección del yo contra el goce, contra la satisfacción pulsional.

Unlust del síntoma.
Freud se pregunta a través de todo el texto: cuál es el agente de esta (segunda) represión: se llama el yo (moi).
Freud se hace preguntas subsidiarias de construcción: ¿Cómo puede el yo modificar la exigencia pulsión? el mediador de la acción del yo es el principio del placer. Dicho de otra manera, lo que pone en contradicción la exigencia pulsional y el principio del placer es el yo. Freud trata todo el tiempo de mantener que la exigencia pulsional (en sí misma no es un peligro para el yo) no es contradictoria con el principio del placer, entonces ¿cuál es el suplemento que puede hacer de la exigencia pulsional un peligro?
Hasta Lacan se pensó que este suplemento era la señal de angustia, a partir de la  cual se pone en marcha la represión (displacer), y Freud mismo señala que esta es la gran novedad de su texto.
Aquí Lacan llega con espíritu de simplicidad, dice que la pulsión como tal constituye una infracción al principio del placer. Es una infracción porque su exigencia no es de una satisfacción del placer, sino de un plus-de-gozar.
Plus-de-gozar = está en infracción con el principio del placer, por lo tanto no es un avatar, no es un accidente que haya síntomas. La represión de la moción pulsional no es un avatar de la pulsión, el síntoma no es un accidente, no es contingente, es por el contrario del orden de la necesidad. Para captar la necesidad del síntoma no tiene que implicarse en yo en la causalidad de la represión, cuando se implica aparece una clínica diferencial de yoes fuertes, débiles, flojos, inconstantes….
¿Qué instala Lacan en el lugar del yo? El lenguaje, la articulación estructural del lenguaje: el goce como tal está prohibido para aquel que habla.
Cuando Freud formula que no es posible la represión completa de la exigencia pulsional, que el síntoma manifiesta su exigencia por fuera de la organización del yo e independientemente de ella, Lacan lo expresa bajo la forma: “a minúscula no es un significante”. Es lo que conduce a hacer de “a” el núcleo del síntoma, nosotros no pasamos por la vía del fantasma, hablamos directamente de la economía psíquica.
Para Freud el síntoma se presenta como sufrimiento (Unlust) y es siempre interpretable como satisfacción (tú gozas de tu síntoma), y es simétrico al retorno de la reprimido, hay retorno del goce bajo la forma del síntoma. A este resto persistente Lacan llamó con el “a”. Se trata de restos sintomáticos, irreductibles a la homeostasis psíquica. Pregunta de Lacan en su seminario los cuatro conceptos… ¿cómo vivir la pulsión….? Que quiere decir… ¿se puede vivir la pulsión sin síntoma? La respuesta es que no hay pulsión sin síntoma, se trata de savoir y faire avec, que implica la fatalidad del síntoma, donde el fantasma impediría este saber arreglárselas con el síntoma.
Miller para terminar esta lección, y mantener abierta la lectura del texto de Inhibición, síntoma y angustia, vuelve a Freud para decir que está forzando las cosas en el sentido lacaniano, en Freud es de manera progresiva que el síntoma aparece como un modo de satisfacción, lo que pone en evidencia en primer lugar es que el yo lucha contra él, diferencia una lucha primaria de otra secundaria, para explicar esto recurre a la clínica de la neurosis obsesiva, a la histeria, y finalmente se orientará con la fobia, de donde extrae que la defensa contra el goce es más originaria que la represión significante.
Pepe Rubio
Abril 2019        

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