"Si hay orientación lacaniana, es porque no hay ningún dogma lacaniano, tampoco "el inconciente estructurado como un lenguaje", ninguna tésis ne varietus que daría lugar a abecedario, brevario, compendium, dogmático. Hay solamente una conversación continuada con los textos fundadores del acontecimiento Freud, un Midraj perpetuo que confronta incesantemente la experiencia con la trama significante que la estructura". J.A.Miller

miércoles, 30 de abril de 2014

Resumen clase 6 OL-13 L'ouvre de Lacan



RESUMEN CLASE VI – L’OUVRE DE LACAN

Ante una pregunta de Miller en el capítulo II de Los cuatro conceptos fundamentales, sobre la falta en ser y la ontología de Lacan, éste aborda el capítulo III del seminario subrayando que lo que llamó la “hiancia del inconsciente” merece ser dicho pre-ontológico: la primera emergencia del inconsciente no se presta a la ontología, no es del orden de ser y del no ser, sino, dice Lacan, de lo no realizado. Así inicia Miller esta Clase VI, para seguir aclarando la obra lacaniana, hasta llegar a un nuevo estatuto de goce.

Y es precisamente el termino ontológico lo que Miller tenía en duda ya en la dirección de la cura, con la expresión “falta ontológica” y es lo que hace oponerse a Lacan sobre su uso de la ontología, aunque Lacan plantea el interrogante como cuestión de JAM. Esto hace destacar a Miller, que Lacan tuvo un problema con la ontología, se avergonzaba de su ontología, algo central que se resuelve a lo largo de su enseñanza por un recurso que es justamente lo opuesto: LO ÓNTICO.  Si en la ontología se trata del ser, lo óntico concierne lo que se llama el “siendo” (étant), a saber, lo que es. Algo indispensable para el manejo justo de la experiencia analítica: la categoría de lo real. Y esta categoría con todo su poder conceptual, no se obtiene más que a condición de cernir, de limitar la función del ser. 

Las matemáticas son un buen ejemplo (página 3): pues en el trabajo del matemático no hay lugar para la cortesía, adulación o la mentira, tiene que vérselas con las cosas y no con las pasiones,no tiene que persuadir o defender. Dibuja el objeto matemático como no dejándose conmover, rebelde a los atractivos de la palabra. Así, el psicoanalista tiene que vérselas con una cosa que se mueve y se conmueve por la palabra. Dice cosa y no objeto. Pues la cosa del psicoanalista es lo opuesto al objeto matemático, ya que está movido por la palabra y la interpretación, es un actuar con la palabra sobre las pasiones (deseo). Es lo que quiere decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. “Yo, la verdad, hablo” es algo que el objeto matemático no puede decir, pero sí el psicoanalista, que es aquel al que se le supone puede hablar con la cosa freudiana. Esto se ve muy bien a lo largo de un análisis, el modificar el estilo de los sueños, justamente los sueños, que son el elemento de un dialogo que se define por sus rasgos de engaño, como en la joven homosexual y lo que Lacan retoma de este caso: La Cosa Freudiana, eso habla. Ahí donde eso sufre eso habla, es el síntoma estructurado como un lenguaje. El síntoma es una palabra rechazada una palabra desconocida, inconsciente que se trata de hacerla volver. Y lo determinante para el sujeto es la palabra en cuanto que crea verdad y también puede ponerle trabas.

Así, lo Real en la primera enseñanza está fuera, el imaginario no es más que sombras y reflejos y lo simbólico es imperante, nombrando la pulsión también como palabra, aunque silenciosa: “La pulsión (el sujeto está ahí) cuanto más lejos del hablar, él más habla (de ella)” demostrando el paralelismo entre pulsión y palabra en el grafo del deseo.
Es una reescritura de Freud, que para lacan es necesaria, para luego poder desmantelar, convirtiendo la selva de las pulsiones de Freud, en el claro de las pulsiones, un lugar de ser, ontológico, lo que quiere decir que no es el lugar del goce,  por aquel entonces con estatuto imaginario.

Si el objeto matemático se las tiene que ver con un objeto inflexible, donde todo no es posible, algo que la retorica de las pasiones deja completamente intocado, es que no depende de los estados de ánimo del sujeto, lo que nos presenta un aspecto de lo real limpio de todo sentimiento y de sentido, se mantiene sordo a la palabra. Mientras que la Cosa Freudiana habla, escucha, se conmueve y va hasta lo más intimo del organismo.
Así un segundo movimiento de la enseñanza de Lacan pasa por la emergencia  progresiva de la cosa que no habla, del descubrimiento de la escisión necesaria del inconsciente y del ello, señalando en el Seminario XIV de la lógica del fantasma que debía tachar el eso habla, llegando a clasificarla de magia en los Escritos, “La ciencia y la verdad”.

¿En qué el psicoanálisis no es una magia? Es preciso que el terapeuta, el chaman, ponga en juego su cuerpo y ofrezca al sujeto, un punto de referencia sobre su propio cuerpo, el del chaman. Para el psicoanalista, es un sujeto sin cuerpo, y el psicoanálisis es eficaz por la causalidad, por causa material, esto es el significante, pero un significante nuevo, que no tiene que ver con La instancia de la letra, sino el que actúa separado de su significación, lo que es un adiós a la retorica (separado de la metáfora que determina el síntoma y la  metonimia que es el deseo), acercándonos de esta forma a las matemáticas.

Entonces ¿Si este significante está separado de la significación a que está unido? Sólo a otro significante y este nuevo estatuto de significante comporta también un nuevo estatuto de goce, que ya no es el goce narcisista de la imagen, que desfallece cuando se trata de rendir cuentas del goce del síntoma. Por eso justamente la separación del inconsciente y el ello, pero entonces ¿Cuál es la relación? ¿Cómo a partir del campo del lenguaje se puede actuar sobre el goce? 

Matema: Ics. losange ello (pág. 12)
Es el invento de Lacan en este segundo movimiento de su enseñanza, un mediador entre el inconsciente y el goce: el objeto pequeño a, que está en relación con el campo del lenguaje y al mismo tiempo condensa el goce. Colocando a este objeto pequeño a en el lugar del sentido, de la significación, argumenta que el significante tiene efecto de goce, retirando este goce del estatuto imaginario y apareciendo progresivamente un nuevo estatuto de cuerpo.
Un cuerpo que se elabora desde que se retira el goce del narcisismo, que se convierte, el cuerpo, en soporte del goce y ya no su imagen especular. Lo que provoca por ejemplo, que ya no se vea figurar la función imaginaria del falo que juega un rol tan grande en sus construcciones sobre la psicosis, porque hacía del falo una función imaginaria, una significación evocada por la metáfora paterna. Dará un giro completo para llegar a decir que la significación es un goce, sustituyendo la función imaginaria del falo por el objeto a como real, y entonces el síntoma no es un efecto de sentido sino un “acontecimiento de cuerpo”, lo que supone una autonomía del goce del cuerpo.

Se plantea la cuestión de ¿Cómo atrapar aquello de lo que se trata con el significante? Tan solo con el significante matemático, es lo que Lacan llama la lógica: un uso del significante matemático para cernir y atrapar el goce, que desarrolla en la lógica del fantasma, que también está presente en su construcción de los cuatro discursos y en las formulas de la sexuación. Es en el Seminario XX Encore, capítulo VIII donde formula tachando lo anterior, que el objeto pequeño a no puede sostenerse en el acceso a lo real, que es un objeto que viene a pesar de todo lo imaginario, que es el goce incluido en la imagen, porque a pesar de todo siempre quiere decir algo y lo real es una cosa completamente diferente: una “formalización matemática”, que trabaja con el “contrasentido” al nivel donde “Eso no quiere decir nada”.

Es cuando Lacan puede decir que el objeto pequeño a , no es más que un “semblante de ser” y ser no es lo mismo que existir, inscribiendo la ontología del lado del ser, y el significante Uno del lado de la Henologia, la doctrina del Uno, tomando de los neoplatónicos al Uno como superior, anterior, independiente en relación al ser. Uno, el significante como tal, del que podemos decir, a partir de las matemáticas: existe un x tal que función de x.

Es en este capítulo VIII del Seminario XX, donde Lacan renuncia a la ontología para privilegiar el registro de lo real, desarrollando el Y a d’l’Un con el nudo borromeo, que es la presentación bajo forma matemática: “el nudo borromeo es la mejor metáfora de esto, que nosotros solo procedemos del Uno”, es decir del campo del lenguaje, renunciando a la ontología que parte del sentido y que se cree que es suficiente para hacer existir, en pro de una óntica, que parte de lo que hay y donde se tiene dificultad en encontrar sentido. Es la óntica del goce donde dice: hay goce, pero para lo que se refiere al sentido, vamos detrás de él.

Laia Gil