RESUMEN CLASE VI – L’OUVRE DE LACAN
Ante una pregunta de Miller en el capítulo II de Los cuatro conceptos fundamentales,
sobre la falta en ser y la ontología de Lacan, éste aborda el capítulo III del seminario
subrayando que lo que llamó la “hiancia del inconsciente” merece ser dicho pre-ontológico:
la primera emergencia del inconsciente no se presta a la ontología, no es del
orden de ser y del no ser, sino, dice Lacan, de lo no realizado. Así inicia
Miller esta Clase VI, para seguir aclarando la obra lacaniana, hasta llegar a
un nuevo estatuto de goce.
Y es precisamente el termino ontológico lo que Miller
tenía en duda ya en la dirección de la cura, con la expresión “falta ontológica”
y es lo que hace oponerse a Lacan sobre su uso de la ontología, aunque Lacan
plantea el interrogante como cuestión de JAM. Esto hace destacar a Miller, que Lacan
tuvo un problema con la ontología, se avergonzaba de su ontología, algo central
que se resuelve a lo largo de su enseñanza por un recurso que es justamente lo opuesto:
LO ÓNTICO. Si en la ontología se trata
del ser, lo óntico concierne lo que se llama el “siendo” (étant), a saber, lo
que es. Algo indispensable para el manejo justo de la experiencia analítica: la
categoría de lo real. Y esta categoría con todo su poder conceptual, no se
obtiene más que a condición de cernir, de limitar la función del ser.
Las matemáticas son un buen ejemplo (página 3): pues en
el trabajo del matemático no hay lugar para la cortesía, adulación o la
mentira, tiene que vérselas con las cosas y no con las pasiones,no tiene que
persuadir o defender. Dibuja el objeto matemático como no dejándose conmover,
rebelde a los atractivos de la palabra. Así, el psicoanalista tiene que
vérselas con una cosa que se mueve y se conmueve por la palabra. Dice cosa y no
objeto. Pues la cosa del psicoanalista es lo opuesto al objeto matemático, ya
que está movido por la palabra y la interpretación, es un actuar con la palabra
sobre las pasiones (deseo). Es lo que quiere decir que el inconsciente está estructurado
como un lenguaje. “Yo, la verdad, hablo” es algo que el objeto matemático no
puede decir, pero sí el psicoanalista, que es aquel al que se le supone puede
hablar con la cosa freudiana. Esto se ve muy bien a lo largo de un análisis, el
modificar el estilo de los sueños, justamente los sueños, que son el elemento
de un dialogo que se define por sus rasgos de engaño, como en la joven
homosexual y lo que Lacan retoma de este caso: La Cosa Freudiana, eso habla.
Ahí donde eso sufre eso habla, es el síntoma estructurado como un lenguaje. El
síntoma es una palabra rechazada una palabra desconocida, inconsciente que se
trata de hacerla volver. Y lo determinante para el sujeto es la palabra en
cuanto que crea verdad y también puede ponerle trabas.
Así, lo Real en la primera enseñanza está fuera, el
imaginario no es más que sombras y reflejos y lo simbólico es imperante,
nombrando la pulsión también como palabra, aunque silenciosa: “La pulsión (el
sujeto está ahí) cuanto más lejos del hablar, él más habla (de ella)”
demostrando el paralelismo entre pulsión y palabra en el grafo del deseo.
Es una reescritura de Freud, que para lacan es necesaria,
para luego poder desmantelar, convirtiendo la selva de las pulsiones de Freud,
en el claro de las pulsiones, un lugar de ser, ontológico, lo que quiere decir
que no es el lugar del goce, por aquel
entonces con estatuto imaginario.
Si el objeto matemático se las tiene que ver con un
objeto inflexible, donde todo no es posible, algo que la retorica de las
pasiones deja completamente intocado, es que no depende de los estados de ánimo
del sujeto, lo que nos presenta un aspecto de lo real limpio de todo
sentimiento y de sentido, se mantiene sordo a la palabra. Mientras que la Cosa
Freudiana habla, escucha, se conmueve y va hasta lo más intimo del organismo.
Así un segundo movimiento de la enseñanza de Lacan pasa
por la emergencia progresiva de la cosa
que no habla, del descubrimiento de la escisión necesaria del inconsciente y
del ello, señalando en el Seminario XIV de la lógica del fantasma que debía
tachar el eso habla, llegando a
clasificarla de magia en los Escritos,
“La ciencia y la verdad”.
¿En qué el psicoanálisis no es una magia? Es preciso que
el terapeuta, el chaman, ponga en juego su cuerpo y ofrezca al sujeto, un punto
de referencia sobre su propio cuerpo, el del chaman. Para el psicoanalista, es
un sujeto sin cuerpo, y el psicoanálisis es eficaz por la causalidad, por causa
material, esto es el significante, pero un significante nuevo, que no tiene que
ver con La instancia de la letra,
sino el que actúa separado de su significación, lo que es un adiós a la
retorica (separado de la metáfora que determina el síntoma y la metonimia que es el deseo), acercándonos de
esta forma a las matemáticas.
Entonces ¿Si este significante está separado de la
significación a que está unido? Sólo a otro significante y este nuevo estatuto
de significante comporta también un nuevo estatuto de goce, que ya no es el
goce narcisista de la imagen, que desfallece cuando se trata de rendir cuentas
del goce del síntoma. Por eso justamente la separación del inconsciente y el
ello, pero entonces ¿Cuál es la relación? ¿Cómo a partir del campo del lenguaje
se puede actuar sobre el goce?
Matema: Ics. losange ello (pág. 12)
Es el invento de Lacan en este segundo movimiento de su
enseñanza, un mediador entre el inconsciente y el goce: el objeto pequeño a,
que está en relación con el campo del lenguaje y al mismo tiempo condensa el
goce. Colocando a este objeto pequeño a en el lugar del sentido, de la
significación, argumenta que el significante tiene efecto de goce, retirando
este goce del estatuto imaginario y apareciendo progresivamente un nuevo
estatuto de cuerpo.
Un cuerpo que se elabora desde que se retira el goce del
narcisismo, que se convierte, el cuerpo, en soporte del goce y ya no su imagen
especular. Lo que provoca por ejemplo, que ya no se vea figurar la función
imaginaria del falo que juega un rol tan grande en sus construcciones sobre la
psicosis, porque hacía del falo una función imaginaria, una significación
evocada por la metáfora paterna. Dará un giro completo para llegar a decir que
la significación es un goce, sustituyendo la función imaginaria del falo por el
objeto a como real, y entonces el síntoma no es un efecto de sentido sino un
“acontecimiento de cuerpo”, lo que supone una autonomía del goce del cuerpo.
Se plantea la cuestión de ¿Cómo atrapar aquello de lo que
se trata con el significante? Tan solo con el significante matemático, es lo
que Lacan llama la lógica: un uso del significante matemático para cernir y
atrapar el goce, que desarrolla en la lógica del fantasma, que también está
presente en su construcción de los cuatro discursos y en las formulas de la
sexuación. Es en el Seminario XX Encore, capítulo VIII donde formula tachando
lo anterior, que el objeto pequeño a no puede sostenerse en el acceso a lo real,
que es un objeto que viene a pesar de todo lo imaginario, que es el goce incluido
en la imagen, porque a pesar de todo siempre quiere decir algo y lo real es una
cosa completamente diferente: una “formalización matemática”, que trabaja con
el “contrasentido” al nivel donde “Eso no quiere decir nada”.
Es cuando Lacan puede decir que el objeto pequeño a , no
es más que un “semblante de ser” y ser no es lo mismo que existir, inscribiendo
la ontología del lado del ser, y el significante Uno del lado de la Henologia,
la doctrina del Uno, tomando de los neoplatónicos al Uno como superior,
anterior, independiente en relación al ser. Uno, el significante como tal, del
que podemos decir, a partir de las matemáticas: existe un x tal que función de
x.
Es en este capítulo VIII del Seminario XX, donde Lacan
renuncia a la ontología para privilegiar el registro de lo real, desarrollando
el Y a d’l’Un con el nudo borromeo,
que es la presentación bajo forma matemática: “el nudo borromeo es la mejor
metáfora de esto, que nosotros solo procedemos del Uno”, es decir del campo del
lenguaje, renunciando a la ontología que parte del sentido y que se cree que es
suficiente para hacer existir, en pro de una óntica, que parte de lo que hay y
donde se tiene dificultad en encontrar sentido. Es la óntica del goce donde
dice: hay goce, pero para lo que se refiere al sentido, vamos detrás de él.
Laia Gil